TASSIA ASTON

Datos básicos

  • FC: Florence Pugh.

  • FANDOM: The Hunger Games.

  • NOMBRE COMPLETO: Tassia Aston Sagan.

  • EDAD: 29 años.

  • PROCEDENCIA: Distrito 5, Panem.

  • APODOS: Tass / Sia / Tassi.

  • NOMBRE EN CLAVE: El Espectro.
    NOTA: Solo lo saben unos pocos. El Espectro es un agente secreto del Capitolio, su identidad es confidencial.

  • OTHERS: Lia Fraser, Kael Tyven.

  • RESIDENCIA: Villa de los Vencedores, Distrito 5 / Capitolio (cuando no tiene más remedio).

  • POSICIÓN: Vencedora de la 61a edición de los Juegos del Hambre a los 15 años.

  • OCUPACIÓN: Agente secreto / Física teórica y Astrónoma de cara al público.

  • OBLIGACIONES: Como todos los Vencedores, Tassia está obligada a servir de mentora de otros tributos de su distrito.

  • AFILIACIONES: Capitolio (formerly) / Causa Rebelde.

  • FAMILIA:

Historia

Tassia es la única hija de Altair y Eurus Aston, dos científicos de renombre dentro del Distrito 5. Altair, su padre, trabajaba con energía hidráulica y su madre, Eurus, en un proyecto secreto por el que discutían bastante; la pequeña Tassia no sabía nada más que eso. A pesar de esto, la menor creció en un entorno cálido y no le faltó el amor de ninguno de los dos. Parecían estar bastante orgullosos de ella pues, a su corta edad, superaba con nota los juegos que le iba planteando su madre, ya fueran físicos, psicotécnicos o pruebas más intelectuales. Aunque para ella no eran más que juegos y actividades en familia."Cᴜᴇʀᴘᴏ sᴀɴᴏ, ᴍᴇɴᴛᴇ ᴀ́ɢɪʟ." Solía repetir su padre.Viviendo en la zona más alejada del núcleo urbano, los tres salían todas las noches de cielo despejado a mirar las estrellas con el telescopio. Por desgracia, en la víspera de su cumpleaños, quedó huérfana tras un escándalo familiar que señala a su padre como a un traidor al Capitolio y al Gobierno de Panem. Su madre, desapareció sin dejar rastro pocos días después.Fue Hypatia Ohm, la anciana que vivía en la casa más cercana a la suya, quién se hizo cargo de la menor.El apellido "Aston" quedó manchado y tuvo que soportar esa carga a pesar de su inocencia. Se la señalaba allá donde iba y perdió todas las amistades que tenía en el colegio incluso siendo la mejor de su promoción. Solo una niña dos años mayor que ella, Lia Fraser, decidió acercarse y permanecer a su lado.Por ello, nueve años después, cuando salió el nombre de Lia en la Cosecha, Tassia no dudó en presentarse voluntaria para ocupar su lugar.Su compañero de distrito, Echo Watts, de dieciocho años, no quiso aliarse con ella en un principio, como la mayoría de tributos; cosa que cambiaría en el momento en el que empezó a destacar en las pruebas físicas y las distintas clases. Fue entonces cuando empezaron a prestarle atención. Tributos y vigilantes por igual; incluido el Presidente Snow, quien decidió interesarse por ella con motivos ocultos.Tras la entrevista con Caesar Flickerman, en la que se había ganado al público a base de carisma y humor, empezaron a llegarle más ofertas de alianzas. Las rechazó todas; incluida la de Echo.Se pasó la mayoría de los Juegos, sola enfrentándose a los distintos peligros. Hasta que dio con Arlo, del Distrito 12, quien a sus doce años, había sobrevivido a base de ir escondiéndose. Era el único niño que quedaba vivo y Tassia decidió aliarse con él; a ella no le esperaban más que Hypatia y Lia en casa, y él tenía una familia que lo quería; así que decidió asegurarse de que fuera el vencedor. Cuando sólo quedaron ellos dos, unos mutos acabaron con la vida del menor cuando lo mandó lejos para que no viera cómo se quitaba la vida y lo convertía en vencedor.Antes de que la recogieran, se enfadó tanto con el Capitolio y le dolió tanto la muerte Arlo, que quiso desafiarles, volviendo a intentar quitarse la vida para que no hubiera ningún vencedor esa en la 61ª edición de los Juegos del Hambre.Aquello le costaría caro, al igual que su intento de huir de la Arena. Snow la castigó obligándola a formarse como espía y agente especial del Capitolio, amenazándola con matar a Lia e Hypatia.Sin otra opción que aceptar, Tassia empezó la formación poco después de terminar su Gira de la Victoria.Durante una de sus primeras misiones tras un largo periodo de prueba y entrenamiento, trató de ayudar a su objetivo; no siendo capaz de eliminar a alguien que ella consideraba inocente. Snow, en lugar de asesinar a Hypatia y Lia, fue a hacerlas una visita y les contó que era a quienes estaba usando para obligar a Tassia a trabajar para él.Esto acabó con la decisión de ambas de quitarse la vida, dejándola completamente sola pero libre. Tassia, destrozada, se negó a trabajar entonces, rebelándose.Lo que ninguna de las tres imaginaba era que Snow planeaba ingresarla en un programa experimental cuyo objetivo era crear agentes de inteligencia perfectos, controlados por el Presidente por medio de la subyugación química inducida. Soldados que hicieran misiones especiales. El proyecto se conocía como "Red Room".Se convirtió así en el sujeto experimental conocido como el "Espectro", una agente especial absolutamente letal, infalible y cuya voluntad era moldeada por el Presidente a su antojo.Después de años de servicio, otros vencedores descubrieron la trama del Proyecto de la Red Room y lo que la estaban haciendo, logrando liberarla sin que los encargados y encargados del Proyecto se enteraran.Tassia aprovechó entonces para convertirse en un agente infiltrado de la Rebelión, como una manera de reparar el daño que había ido causando durante tanto tiempo.

Habilidades

  • A pesar de sus malos hábitos, Tassia tiene una forma física comparable a la de un atleta olímpico es más fuerte de lo que parece. Y, aunque su velocidad y flexibilidad son admirables, destaca por una agilidad pasmosa. Tiene una coordinación envidiable, lo que le permite moverse con gran facilidad.

  • En la Red Room, ha sido instruida exhaustivamente en tácticas de espionaje. También ha sido entrenada en combate armado y cuerpo a cuerpo, en distintas Artes Marciales y deportes como la Gimnasia Rítmica y Artística.

  • También la enseñaron a pilotar aerodeslizadores.

  • Es inteligente, con una mente estratégica.

  • Cuando trabaja como "El Espectros" suele ponerse un uniforme -siempre y cuando la misión sea encubierta-. Consiste en un traje con tecnología antibalas. También lleva completamente cubierto el rostro y la cabeza por una máscara y una gafas.

  • Durante las misiones cuenta con armas de fuego, armas blancas, bastones convertibles y un brazalete con dardos paralizantes. Normalmente también cuenta con equipamiento de espía, utensilios como dispositivos de cortinas de humo, gas cianuro somnífero y ganzúas.

Juegos del Hambre
61a edición

DistritoTributo masc.Tributo fem.
1Garnet (18)Jade (17)
2Pax (18)Magna (18)
3Dell (16)Julia (13)
4River (17)Scylla (16)
5Echo (18)Tassia (15)
6Rhode (16)Astana (14)
7Thorn (17)Ember (16)
8Maverick (17)Taffetta (14)
9Gravio (15)Frisella (13)
10Hoover (16)Vivian (16)
11Zest (18)Gala (18)
12Arlo (12)Thea (15)
  • COSECHA, DISTRITO 5:
    Tributo femenino: Tassia Aston, 15 años y 19 teselas; voluntaria.
    Tributo masculino: Echo Watts,18 años y 18 teselas; no voluntario.

  • MENTOR DE TASSIA: Kael Tyven.

  • ACOMPAÑANTE: Myron Sertorius (oficialmente). Varian Lockworth (extraoficialmente).
    NOTA: Varian tenía dieciocho años y estaba de prácticas con Myron Sertorius, al ver que la ineptitud de su tutor, quien trataba mal a los tributos y se dedicaba a hacer de todo menos su trabajo, decidió encargarse él.

  • ESTILISTA: Seraphina Epona.

  • COLOR DEL DISTRITO: blanco hueso.

  • ENTRENAMIENTOS: Al principio, Tassia fue completamente ignorada y subestimada por la mayoría de tributos. Sin embargo, cuando comenzaron los entrenamientos empezó a destacar sin querer; era fuerte, rápida y tremendamente ágil. Descubrió que las armas dobles le venían bastante bien; se sentía especialmente cómoda con los sais y los bastones, al igual que con los cuchillos. No solo destacaba en los entrenamientos físicos; en las distintas clases. Le empezaron a llegar ofertas de alianza que rechazó sin titubear; incluido Echo.

  • PRUEBA FINAL: Su prueba final duró bastante más de lo previsto ya que se dieron varias situaciones inusuales. La primera, es que tuvo que esperar al Presidente Snow, quien había solicitado asistir al desarrollo de la misma. La segunda, se dio cuando, antes de hacer lo que tenía pensado, tuvo que acceder a realizar el circuito físico a petición del Presidente y los Vigilantes. Para finalizar, Tassia se ingenió una bomba en tiempo récord, con útiles de los que podría dispones en la Arena si las clases no habían engañado, y la detonó, destruyendo una parte del gimnasio.

  • NOTA DE LA PRUEBA FINAL: 12.

  • ENTREVISTA CON CAESAR: Durante la entrevista con Caesar, Tassia se ganó al público a base de carisma y humor. Fue entonces cuando se dio cuenta de que se le daba bien hacer reír a la gente.

  • ARENA: Conocida como "El Diamante" por la forma. Compuesta por cuatro biomas completamente distintos: montaña helada, desierto, selva tropical (con playa) y bosque mediterráneo. Cada bioma contaba con al menos un superdepredador.

  • DURACIÓN: 12 días.

  • ALIADOS:
    Ninguno hasta, prácticamente, el final.
    Arlo: 12 años, tributo masculino del Distrito 12.

  • CORNUCOPIA: Siguiendo las indicaciones de Kael, no participó en el Baño de Sangre inicial, puesto que, con su nota final en los entrenamientos, tenían muy claro que se había convertido en una diana. Pero sí fue lo suficientemente rápida como para coger una mochila con material de supervivencia y un par de cuchillos. Mientras huía para cubrirse, consiguió unos sais, de la chica del 4, que yacía muerta en el suelo a su paso.

  • ARMAS: Acabó con varios cuchillos y un par de sais con los que se manejaba bien.

  • PATROCINADORES: el número de paracaídas que recibió creció exponencialmente a medida que avanzaron los Juegos. De cara a la segunda mitad era una de las favoritas. Los regalos más preciados, a parte de comida, fueron: medicina, una espita y una manta térmica.

  • MUERTES INDIRECTAS: 4.
    Magna (2), Gala (11), River (4) y Maverick (8).

  • MUERTES DIRECTAS: Garnet, tributo masculino 1. En defensa propia y salvando a Arlo.

  • INCIDENTES DESTACADOS:
    Logró escapar de la Arena, encontrando una brecha de alimentación en el perímetro. Sólo fue durante un par de minutos, hasta que la encontraron y volvieron a meterla.
    Al escapar, provocó un alud en el que murieron cuatro tributos dos profesionales y dos de sus aliados: el chico del 8 y una chica del 11.

  • ATUENDOS:

Trivia

  • Sólo los Vencedores que fueron mentores ese año saben que logró escapar de la Arena. No lo emitieron en televisión.

  • Enmascara su dolor con humor, fingiendo que no le importa nada. Cuando la realidad es muy distinta.

  • La realidad es que ha acabado con la vida de más personas fuera de la Arena que dentro. Y la culpa la corroe, a pesar de no haber sido capaz de hacer nada al respecto.

  • Lleva varios años trabajando para la Rebelión en secreto, como agente doble. Quiere compensar de alguna manera el daño que ha hecho; aunque sea imposible.

  • Conoce la existencia del 13 y conoce desde hace tiempo a Plutarch. De hecho, Varian, en realidad, es un Agente de la Rebelión al que infiltró Plutarch en los Juegos a una edad temprana para ayudarlo. Le presentó como su sobrino.

  • Tras ganar los Juegos, la apodaron "El Diamante", en honor a la Arena en la que había ganado. Pocas veces responde a ese apodo.

  • Entre sus hobbies, destaca la música. Canta, toca la guitarra y el piano. Tras su victoria, al Capitolio le gusta recordarlo de vez en cuando obligándola a sacar alguna canción.

  • Su padre, Altair, era oceanógrafo así que vivían en la zona costera, en una modesta casa junto al mar.

  • Eurus, su madre también trabaja en ciencia. Pero en un proyecto de investigación secreto. Tassia aún no sabe que es una de las científicos encargados del Programa de la Red Room, centrando su labor en la fórmula química de la subyugación inducida.

  • Las pruebas que le ponía su madre de pequeña, experimentando con ella, eran parte de su investigación. Altair nunca estuvo de acuerdo.

  • El Presidente Snow decidió asistir a su prueba final cuando el Vigilante Jefe comentó las habilidades de la menor. Snow, pensando en el Programa de la Red Room, decidió comprobar si Tassia sería un buen sujeto.

  • Es el único tributo en recibir un 12; hasta el Vasallaje de los 75.

  • Intentó suicidarse dos veces en la Arena. Primero, para que el niño del doce ganara. Y, después, cuando se dio cuenta de que había ganado, para desafiar al Capitolio y que se quedarán sin vencedor.

  • Las imágenes de sus Juegos fueron manipuladas.

  • Tiene cicatrices de tentáculos de cubomedusa por su cuerpo.

  • Estuvo casi una semana y media recluída e ingresada cuando la intervinieron para salvarle la vida.

  • La subyugación es momentánea, y hay que activarla. Durante la misma, está en un limbo entre la consciencia y la automatización.

  • Tiene una cría de gato negro llamada Sombra y otra de color blanco, Nova.

  • Conserva un colgante que le regaló Hypatia. Fue un regalo de cumpleaños. Se trata de la Constelación de Aquila y la mujer lo mandó forjar para que recordara las noches que pasaba con sus padres, mirando las estrellas.

Memorias

humana

TRIGGER WARNING: el siguiente texto contiene descripciones explícitas de ansiedad, sangre, autolesiones, violencia y temas sensibles como el suicidio o la depresión. [+18]

Su pecho ardía, pidiendo a gritos una bocanada de aire. Apenas escuchaba nada a más que martilleo de su propio corazón desbocado mientras subía por la escalera de incendios hacia la azotea. Quería salir antes de que la Unidad de Asuntos Internos de Snow para observar la escena del crimen y construir toda una narrativa falsa que presentarle ante la prensa. Con las manos temblorosas, se quitó la máscara como pudo nada más llegar. Tuvo que detenerse, apoyando las manos sobre sus rodillas cuando todo a su alrededor comenzó a dar vueltas, incapaz de dar un paso más, mareada. Uno. Dos. Hasta tres intentos de coger aire sin éxito antes de que, en cuarto, notara como subía la bilis por su por su garganta, teniendo el tiempo justo para llegar a una esquina antes de vomitar. Al terminar, se limpió el rostro, cubierto de lágrimas y sudor a partes iguales y caminó despacio hasta sentarse en el borde de la azotea con las piernas colgando. Cerró los ojos y trató de calmar su respiración.No supo cuánto tiempo había pasado allí, pero quedaban bastantes menos luces encendidas en la ciudad; una luz que no se reflejaba en su ojos. Tassia inspiró profundamente una última vez, y se levantó. Sería muy sencillo dejarse caer sin más. Así es como aprendían los pájaros a volar. Y ella necesitaba desesperadamente aprender a volar porque la caída era cada vez mayor. Pero siempre que lo intentaba, una de la voz de su padre resonaba en la distancia: “aprende a escuchar al silencio”. Solía decir su padre cada vez que la veía agobiarse con las pruebas que le ponía a su madre. Por aquel entonces pensaba que le estaba diciendo que se concentrara; pero, con los años había comprendido que aquello iba mucho más allá.En aquella azotea reinaba el silencio. Y, como en otras ocasiones, cuando empezó a escuchar, aparecieron vestigios de lo que ella suponía que era su vida: los rostros afligidos de la gente a la que amaba, las miradas juiciosas de víctimas a las que ni recordaba, el llanto de miles de familias rotas y desesperadas y un silbido particular que había cobrado fuerza tras los últimos Juegos.Dio un paso hacia delante y dejó que la gravedad hiciera su trabajo.Esperó unos segundos, dejando que el viento acariciara su rostro en plena caída libre justo antes de girarse y disparar el anclaje. El resto del descenso hacia el suelo fue haciendo rapel por la fachada del edificio. El ser humano no podía aprender a volar.Humano.“¿Qué es lo que nos hace humanos?”Se preguntaba a medida que avanzaba rápidamente, callejeando entre las grandes fachadas de los edificios del Capitolio.Esa pregunta ha estado atormentando a sabios y eruditos de cualquier procedencia a lo largo de la historia de la Humanidad. Desde un punto de vista puramente científico, no somos más que una de las dos millones de especies que han sido descubiertas en nuestro planeta. Pero, ¿nos diferencia realmente algo de los animales? ¿Por qué hacer una distinción tan clara entre unos y otros cuando la ciencia habla por sí misma?Observó la fachada de uno de los laboratorios de biomedicina según pasaba por la puerta. ¿Es la inteligencia? Como suele pasar con los términos que hemos inventado por necesidad, depende del contexto. No hay una definición general que permita distinguir la inteligencia de lo contrario. Si tenemos en cuenta el tamaño del cerebro y, por ende, capacidad cognitiva, no somos ni de lejos la especie más inteligente; se estima que el cerebro de los cachalotes puede llegar a pesar nueve kilos, comparado con el kilo y medio del ser humano, la diferencia es abismal. Por otro lado, si se define como “la capacidad de adaptación al medio”, los cnidarios, sin cerebro, han logrado sobrevivir sin apenas cambios significativos desde el Precámbrico.Al girar hacia la derecha y entrar en una zona más residencial, se abrazó a sí misma al sentir el descenso de la temperatura y siguió su camino. A pesar de unas cuantas farolas repartidas estratégicamente por la acera, la penumbra prevalecía a lo largo de la calle. Con la vía desértica, la oscuridad era su único acompañante constante en el trayecto hacia el complejo; casi como caminar por el vacío. Al escuchar música y varias risas, su mirada se desvió hacia una de las pocas ventanas con luz en el edificio de la acera contigua; alguien seguía de fiesta. ¿Sería aquella la respuesta? ¿Lo que nos diferenciaba de los animales era la tendencia a vivir en sociedad con unas normas sociales complejas y elaboradas? No. Se le ocurrían varias especies capaces de hacer exactamente lo mismo: insectos como las abejas o las hormigas, el complejo sistema de sociedad de odontocetos como los delfines o las orcas, los elefantes, simios… Observó los edificios. ¿Sería la capacidad de transformar el planeta? Una planta, la Posidonia oceánica, produce más del cincuenta por ciento del oxígeno que se libera a la atmósfera.Tassia desvió la mirada hacia otra ventana, dos amantes acurrucados en un sofá, manteniendo una conversación sin hablar; miradas, caricias, besos… ¿El amor? Poco puede hablar del amor alguien como ella. Pero el debate es claro en torno a las inferencias que podrían hacerse con las especies inteligentes. ¿Dónde se dibuja la línea entre lo metafísico y lo que podrían ser simples reacciones químicas.Sintió una punzada en el pecho. Lucretia se sentaba a horcajadas sobre Varian mientras él repartía caricias por su espalda. Se detuvo unos instantes, planteándose si llamar al chico, decirle que estaba ahí mismo, que había tenido una noche horrible y le necesitaba. Entonces le vio sonreír. En ese momento, decidió retomar la marchar a toda prisa y dejar de observar las ventanas.Se limpió una lágrima que rodó por su mejilla, dándose cuenta de que aún tenía la sangre del hombre en las manos. Los ojos se le empañaron y aceleró el paso para torcer al final de la calle y llegar a la vía principal y, más tarde, al complejo donde tenía el apartamento, junto al resto de vencedores. No había nadie en la entrada y tampoco parecía haber nadie por los pasillos, así que no se molestó en limpiarse la sangre de las manos, que ya se había secado. Subió hasta la planta cinco por las escaleras en lugar de usar el ascensor. Así evitaría ningún encuentro, sabía que varios de sus compañeros tenían problemas para dormir y bien podrían salir a caminar en cualquier momento.Al pasar por la puerta del apartamento de Kael se quedó parada unos instantes, escuchando. O no estaba, o era una de las noches con las mejores pesadillas. No quiso molestarle y siguió su camino. Al llegar al a su piso, Tassia se acercó al salón a ver a sus gatos, Sombra estaba durmiendo tranquilamente y Nova estaba sentada frente al cuenco donde solía ponerle la leche.—Hola, pequeña… —saludó con un hilo de voz mientras la acariciaba y le llenaba el cuenco para que pudiera beber un poco.Dejó el disco de datos que había encontrado durante la misión encima de la cómoda que había al lado del acuario, junto a la máscara. Permaneció unos segundos, ahí de pie, observando su reflejo en el cristal del acuario: su imagen se solapaba con la de las medusas, ambas fusionándose entre sí. Snow se había encargado de solicitar que añadieran un acuario con cubomedusas en el salón de su piso, como recuerdo constante y permanente de lo que había intentado hacer. Lo que ella descubrió también es que era una prueba. Si intentaba volver a suicidarse con la picadura de las medusas, sabría que era libre de la subyugación y que había actividad rebelde en el corazón del Capitolio que había logrado liberarla.Inspiró y fue hacia el baño quitándose el resto del traje y dejándolo caer en el suelo de cualquier manera. Para cuando llegó al cuarto de baño, solo le quedaba la ropa interior. Se acercó al lavabo y comenzó a lavarse las manos frenéticamente mientras dejaba que las lágrimas fluyeran. Después cerró el grifo y cogió la navaja, se miró al espejo unos instantes antes de hacer la incisión en el muslo derecho. Una marca, diminuta que formaría parte del conjunto de otras iguales. Había comenzado a hacer eso después de recuperar el control sobre sus acciones, cuando la liberaron del control mental de Snow. Cada vez que recordaba una víctima a través de las pesadillas que sufría cada noche, hacía una nueva marca en su piel. Cada vez que se veía obligada a obedecer al Presidente para preservar su tapadera, fingir obediencia ciega y poder seguir espiando para la Rebelión, hacía lo mismo. No se limpió la herida, se quitó la ropa interior antes de meterse en la ducha y abrir el grifo para dejar correr el agua.Un golpe, otro. La sangre le salpicaba al retirar los puños. Tassia cerró los ojos y se llevó las manos a la cabeza apretando la mandíbula. Más golpes. Las instrucciones habían sido claras: “que parezca un allanamiento”. Negó con la cabeza, queriendo despejar esas imágenes de la cabeza, sintiendo cómo el corazón se le aceleraba.Al parecer, el objetivo había estado recabando cierta información clave acerca de Snow y planeaba usarla contra él en la siguiente campaña electoral. Ella tenía que recuperar el disco con la información y eliminar tanto cualquier prueba incriminatoria como al propio hombre. Había sacado una copia antes de llamar a la Unidad de Asuntos Internos para que recogiera del disco entre otras cosas. Mañana le haría llegar el disco a Plutarch.—…lo siento… —murmuró, con la voz quebrada, a la nada.Al agachar la cabeza, observó que el agua que escapaba por el desagüe de la bañera estaba manchada de rojo. ¿Tenía alguna herida a parte de la incisión de la pierna? No lo creía. Se limpió la cara con el agua que caía de la alcachofa de la ducha. Más sangre machaba el suelo de la bañera. Se frotó los brazos, buscando limpiar cualquier rastro de sangre. No tenía sentido, había llevado el traje en todo momento. Su respiración se agitó, no dejaba de caer sangre como si realmente estuviera cubierta de ella. Frotó y frotó, desesperada por limpiarse. Pero el agua se teñía cada vez más de rojo. Hubo un momento en el que no pudo aguantar; un grito roto y desesperado desgarró su garganta hasta que se quedó sin aire y cayó, exhausta.¿Cómo va poder limpiarse la sangre? Nunca podría. Daba igual que eliminara objetivos o llevara a cabo misiones de espionaje. Nunca podría reparar o compensar todo el daño, todo el dolor que había causado. El hecho de no haberlo hecho conscientemente no la eximía de ninguna culpa. Y menos si seguía haciéndolo incluso después de ser libre, aunque fuera por una causa mayor.Se abrazó lar rodillas, quedándose sentada en la bañera mientras el agua de la ducha le caía por encima. ¿Dónde estaba la línea? ¿Cuánto daño podía infligirse para lograr un bien común? Guiándose distintas formulaciones del Imperativo categórico de Kant, para obtener una respuesta, no podría definir una clara. Sus acciones no podían (más bien, no debían) ser universalizadas, usaba la humanidad como fin último pero también como un medio y en cuanto a la autonomía… Bueno mejor no añadir nada al respecto. Según los textos antiguos… Por lo que ha leído, las creencias de ese hombre se basaban en que la moralidad radica en la autonomía de la voluntad y la libertad de actuar acorde a la ley moral.¿Es eso acaso lo que nos hace humanos? La moral, la voluntad y la libertad, la consciencia… Conceptos abstractos y metafísicos que formaban parte de la experiencia humana. Si así era… ¿Podía considerarse ella acaso humana? Su moral había sido corrompida, durante bastante tiempo había perdido la consciencia de sí misma, había perdido el control sobre su propia voluntad... Incluso, dudaba de su propia personalidad a consecuencia de la subyugación inducida, no sabía diferenciar qué partes habían sido ella y cuáles resultado de la alteración química. Y seguía sin estar segura. ¿Quién era ella? ¿La persona capaz de cometer semejantes atrocidades, la que se sentía culpable, la que fingía que todo iba bien a base de escudarse en una actitud bromista y despreocupada? ¿Las tres? ¿Ninguna?En cuanto a la libertad… Su mirada se desvió hacia las cicatrices de los tentáculos de las medusas, que le recorrían el costado y la pierna, enrolladas a su piel como una enredadera. Aquel fue el último acto libre que había realizado. La última vez que había sido libre de verdad.No. No era humana. Era un muto. Fingir cualquier otra cosa era un disparate y una pérdida de tiempo. Y sin embargo, al mismo tiempo, no se le ocurría nada más humano que el dolor que sentía cada vez que respiraba, cada amanecer que se obligaba a salir de la cama.Cerró el grifo pero no se levantó, se quedó ahí sentada, encogida sobre sí misma mientras escuchaba las manecillas del reloj del cuarto de baño. Las cuatro de la mañana.Bueno, suponía que era oficial:Feliz cumpleaños, Tassia Aston.

Los Juegos: ACTO I

TRIGGER WARNING: el siguiente texto relata la sexagésimo primera edición de los Juegos del Hambre y, por ende, contiene descripciones explícitas de muerte, violencia y lesiones. [+18]«...10, 9, 8...»Sus ojos tardaron un poco en acostumbrarse al cambio de luz entre el búnker en el que se había despedido de Varian y el exterior: un cielo azul despejado y brillante, la Cornucopia dorada en medio de una explanada de hierba baja sin demasiada vegetación, detrás de ella una gran montaña nevada, a su derecha un bosque y a su izquierda… Más vegetación, pero distinta, tropical. No distinguía bien qué había más allá de la Cornucopia. El clima la tenía completamente despistada; no sabía si hacía frío o calor. La mejor opción parecía ser el bosque, al menos de momento.«...7, 6...»Miró a Echo, que le devolvió la mirada, frío y distante. Tassia llenó sus pulmones de aire. Kael iba a matarla, le había dicho que se olvidara de la Cornucopia, que saliera corriendo de allí, pero no podía irse sin nada y había una mochila que la estaba llamando con nombre y apellidos. Si era lo suficientemente rápida podría salir de allí con la mochila y ocultarse en bosque.«5...» ¡BOOM!El estruendo dejó un pitido insistente en el oído de Tassia mientras trataba de no mirar y guardar el equilibrio para no acabar igual que el tributo del distrito seis; no recordaba su nombre, pero sabía que tenía un año más que ella. Nervioso, había salido antes de tiempo y no había logrado más que activar su mina. Se centró en su compañera en lugar de ver si quedaba algo de él. La chica estaba a su lado, en pleno ataque de pánico, temblando, sin ser capaz de mantener el equilibrio.—¡Hey! ¡Hey..! ¡Mírame a mí! —trató de llamar su atención.— Astrid… No. Astana, ¿verdad?Así logró la atención de la chica mientras el vigilante jefe daba unos segundos de cortesía antes de retomar la cuenta atrás.—¿Ves ese bosque de ahí? No dejes de mirarlo. En cuanto den la salida corre hacia allí. No mires nada más.«...5, 4, 3...» Tassia trató de regalarle una sonrisa segura a Astana antes de centrarse en la Cornucopia. «...2... 1...»En cuanto dieron el pistoletazo de salida, Tassia se valió de su agilidad y velocidad para bajar de la plataforma y correr como alma que lleva el diablo hacia la mochila. En cuanto la agarró, corrió a dirigirse hacia el bosque, tratando de ignorar el Baño de Sangre a su alrededor. Sin embargo, Scylla, del distrito 4, y Magna, del 2, le cortaron el paso armadas con dos sais, dos dagas de setenta centímetros y sonrisas condescendientes.—¿Adónde vas, microbio? —preguntó Magna—. Veamos como conseguiste ese doce.Cuando Tassia se preparaba para un injusto combate, un hilo de sangre comenzó a brotar por la comisura de los labios de Scylla antes de tambalearse y caer al suelo. Detrás suyo, Zest, del 11, corría hacia ellas con pasos contundentes arrasando con todo a su paso, una hoz y un escudo. Tassia no perdió el tiempo, recogiendo los sais de Scylla y el cuchillo que brotaba de su espalda para salir de la trayectoria de Zest que, tras empujar a Magna con el escudo, corrió hacia el límite de la sección que no había podido ver antes, parecido a una especie de oasis. No se distrajo mucho más, siendo capaz de moverse en el último segundo para esquivar a Magna, logrando hacerle un corte en la pierna para ralentizarla. Sabía que no la iba a matar con eso, pero no era su objetivo. Volviendo a retomar la carrera hacia el bosque, tuvo que esquivar el cuerpo del chico del 10. No paró de correr hasta un rato después de haberse introducido en el bosque, cuando se cercioró de que nadie la seguía y se permitió recuperar la respiración durante unos segundos, se subió a un árbol para tener una mejor idea de la Arena y comprobar el contenido de su mochila. Aún seguían pitándole los oídos, pero esperaba que se le fuera pasando en algún momento. Había hecho bien, en la mochila había varios útiles de supervivencia, incluido algo de comida y agua, también había un pequeño kit imantado que no iba a abrir en ese momento. Quería saber dónde estaba y si quedarse en el bosque era la mejor opción. Al observar la Arena, comprobó que era enorme, con cuatro secciones diferenciadas: la montaña helada, una selva, el bosque y… Lo que ella pensaba que era un oasis resultaba ser un vasto desierto de arena. En la parte de la selva podía distinguirse una playa y un mar. El desierto parecía buena opción para morir a la intemperie asada como un pollo, en la selva había demasiada vegetación y no quería ni imaginarse lo que estaría ocultando, en la montaña parecía que las temperaturas podían alcanzar cifras negativas y el bosque… El bosque parecía la mejor opción. Y por eso era la peor. Todo el mundo intentaría buscar cobijo ahí. No, gracias.Bajó del árbol habiendo tomado una decisión. No quería quedarse ahí más tiempo del necesario, así que comenzó a caminar en dirección a la montaña. Prefería morir congelada a muerta de calor. La selva ni se la había planteado.Estuvo caminando el resto del día hasta que volvió a subir a un árbol al caer la noche para dormir en alto. Poco después, escuchó el himno nacional y empezó a contar los rostros proyectados: la niña del 3, Scylla, el del 6, Astana no había conseguido llegar al bosque, el del 9 y el del 10, la del 8 que se había pegado a ella en los entrenamientos… Y Thea, del 12, tenía su edad y era amable. Ocho en total, todavía quedaban dieciséis. No hizo más que mirar las estrellas mientras toqueteaba su colgante, intentando dormirse lo antes posible. Tendría suerte si dormía tres horas seguidas.A la mañana siguiente, temprano, retomó la marcha y estuvo todo el día caminando sin muchos incidentes; solo un cañonazo mientras paraba cinco minutos a comer algo. Entrada la tarde, las cosas cambiaron con un desprendimiento y el sonido gutural de un animal. Un felino, grande. Se acercó a investigar lo sucedido. La tierra de un desnivel natural se había desprendido junto a una rocas, un enorme árbol a punto de desplomarse… Y el muto tenía una pierna atrapada, era similar a un tigre, con dos grandes colmillos sobresaliendo de su boca. Era precioso. Letal pero… Precioso. Por la respiración agitada, pensó que había estado luchando por liberarse un rato ya. Y cometió el error de mirarle a los ojos, sabía que el árbol se caería –de hecho, ella debería salir de ahí–, pero se había rendido. Tassia retrocedió cuando el árbol se venció más, pero seguía viéndose reflejada en la mirada felina. Lo meditó unos segundos mientras se alejaba.—……mierda. —masculló parando en seco y dando la vuelta para acercarse al tigre—. Si no me matas tú, lo hará otra cosa y si no… Kael seguro que me mata si salgo de aquí. Pero tú no tienes por qué morir.¿Había perdido la cabeza? Posiblemente. Con todos sus fuerzas, Tassia empezó a empujar las rocas para liberar la pata del animal, teniendo el árbol prácticamente encima. Con el último empujón, el tigre fue libre y salió de ahí de un salto, agarrando la mochila de Tassia con la boca y arrastrándola con él. El suelo tembló cuando el árbol por fin cayó al suelo. Al soltarla, se quedó frente a ella, mirándola un par de segundos antes de salir de allí corriendo. Tassia, que había estado conteniendo la respiración, acabó estallando en una carcajada histérica. Y, tras unos segundos intentando asimilar lo que acababa de pasar, retomó la marcha. Para el anochecer, ya estaba prácticamente al lado de la montaña, subida a otro árbol, observando el rostro de la chica del 9.La madrugada del tercer día vino marcando el inicio del día con un cañonazo. Pero Tassia no se apresuró a bajar del árbol, tenía claro que ese muto no era el único que había y que sus compañeros podrían no ser tan agradecidos. Así que no bajó hasta terminar de desayunar y cerciorarse de que podía hacerlo sin peligro. Esa noche, cuando ya estaba llegando al límite del bosque con las últimas luces del día (la temperatura había bajado drásticamente en comparación a los días anteriores y la vegetación había ido cambiando algo similar a la tundra), escuchó un grito, voces, rugidos y… pisadas a la carrera cada vez más cerca. Las alturas no le habían ido mal hasta ahora y salir a la falda de la montaña expuesta dejando huellas no era buena opción, de modo que se apresuró a subir al árbol más cercano. Poco después, avistó a los dos tributos del siete corriendo detrás de la chica del 10 y, tras ellos, una grupo de tigres persiguiéndolos. Por un momento, Tassia llegó a pensar que se habían aliado; el hacha en la espalda de la chica del diez le confirmó lo contrario. Con el cañonazo, la pareja paró para enfrentar a los tigres. A ella le pareció una soberana estupidez. Pero, después de la que había hecho ella hacía unas horas, tampoco podía decir nada. El enfrentamiento acabó con un nuevo cañonazo y la chica del siete, huyendo herida hacia la montaña. Siendo lo suficientemente inteligente esta vez como para no salir a la nieve. Aún quedaban trece.Volvió a dormir en alto, en el límite del bosque y a la mañana siguiente decidió tomárselo con calma, ya estaba ahí. Ahora tenía que sopesar sus opciones. En el bosque había comida, pequeños animales que cazar, pero seguía pensando que habría más tributos y en algún momento querrían juntarlos; por no mencionar a los dientes de sable. El único peligro en la montaña parecía ser el frío. Pero precisamente por eso no se fiaba, había sido la primera lección que le había dado Kael en el tren, “nunca dejes de observar a tu alrededor”. Decidió quedarse en el árbol hasta observar hasta el último copo de nieve. ¿Qué habría detrás de la montaña? ¿Se acababa la Arena? Quizás podría intentar… La misma idea que se forjó en el tren empezó a revolotear por su mente, ya estaba allí, no había nada malo en investigar si era posible escapar. Sonó un cañonazo y, al poco tiempo, un ciervo salió del bosque a unos metros, suponía que huyendo de algún depredador. Se iba a quedar sin comida pronto así que no era mala idea intentar conseguir más. Entonces escuchó la nieve crujir: pisadas, enormes. De la nada, apareció una criatura blanca con una piel escamosa cubierta de plumas blancas, una cabeza pequeña en comparación con el tamaño total (unos nueve metros de largo contando la cola y cinco de alto) sujeta por un cuello alargado y que terminaba en un pico. Era bípedo y sus dos manos contaban con tres dedos con garras más largas que su brazo y en forma de guadaña. Al ciervo no le dio tiempo a escapar antes de que lo apartara de su camino. Pero no fue la apariencia del muto o la rapidez de aquella garras letales lo que la sorprendió, ni siquiera que fuera capaz de camuflarse tan bien con ese tamaño. No. Lo que más sorprendió a Tassia fue el hecho de que, en lugar de comerse al ciervo, fuera directo a por un par de hojas del árbol más cercano. De pronto, los árboles del límite del bosque dejaron de parecerle seguros. Bajó, buscó otro escondite, y se quedó observando a la criatura en la medida de lo posible, estudiando sus costumbres y movimientos. No era carnívoro. Por lo que había estado observando, era tremendamente territorial. Lo cual, honestamente, casi era peor. Un depredador cazaba si tenía hambre, o si pulsaban el botón correspondiente suponía. Un animal así de territorial… No era bueno. Nada bueno. Pasó el día en el mismo lugar hasta que, mientras dormía horas después de haber visto la imagen del chico del 11 proyectada en el cielo, alguien la despertó. Reconocía esa voz: Echo.Estaba llamándola en un tono de voz lo suficientemente bajo como para pensar que estarían a salvo. Sabiendo lo que estaba tan cerca de ellos, Tassia salió de su escondite para que se callara.—Sh… Baja la voz. —le pidió con urgencia.—Por fin te encuentro, ¿estás bien? —comentó el mayor haciéndola caso y bajando el tono de voz mientras la abrazaba. Tassia se quedó completamente tiesa ante el gesto, no la había mirado con cariño o respeto ni una sola vez, ni siquiera antes de la Cosecha. Él siguió hablando—. Menos mal que he llegado antes que ellos. Tassia, saben que estas en el bosque, vienen a por ti.Realmente debía de ser un genio para ir a buscarla, fingir que le importaba y darle esa información confidencial y para nada previsible después del 12 en el entrenamiento. Echo siguió a lo suyo.—He venido a ayudarte. Vienen todos: Garnet y Jade, Pax y Magna, River, Gala y Maverick. Se han cargado a Zest. —ante la expresión de Tassia, su compañero de distrito lo simplificó:— los profesionales, la del 11 y el del 8. Yo fingía aliarme a ellos por protección y para poder avisarte. Están muy cerca Tassia, tenemos que irnos.—¿Irnos? No, Echo. Esto no es una alianza. No has querido aliarte conmigo hasta después de la puntuación. ¿Y esperas que me crea que quieres protegerme?—Admito que tenía mis dudas, y siento los prejuicios… Mira, no estoy diciendo que sea buena persona, pero es mejor sobrevivir juntos. Al menos por ahora.—¿Y si quedamos los dos? No voy a ser esa persona. No, Echo. Te puedes ocultar conmigo esta noche, pero mañana vuélvete con ellos si te da la gana. Esa es toda la alianza que vas a obtener. Y ahora deja de hablar. No queremos despertar al bicho.—¿Qué bicho?—No quieres saberlo. No te metas en la nieve.No hablaron más el resto de la noche y Tassia, a diferencia de Echo, no pegó ojo en lo que quedaba de noche. Lo que iba a ser una despedida de buena mañana, acabó siendo un desayuno y después una comida. Echo se había quedado con ella con la excusa de ver al muto y el condenado animalito había decidido que no le apetecía entrar en escena.—¿Sabes? Realmente pensé que ibas a cambiar de opinión. —comentó Echo mientras sacaba su machete, entrada la tarde, cuando ella se despidió—. Es una lástima.Tassia se tensó, agarrando los sais pero sin moverse.—No podemos hacer esto aquí. Como se de cuenta de que estamos aquí, estamos jodidos. Los dos. Date la vuelta y márchate.—¿Quién tu muto imaginario? Llevamos aquí todo el día, Tassia. Y no hay nada. Pero ha sido un buen farol, lo admito.¿Cómo se puede ser tan imbécil?—Echo, márchate.Por desgracia, su compañero de distrito no la escuchó. Y se avalanzó contra ella, ambos cayendo y forcejeando poco después en la suavidad de la nieve virgen. Tassia se quitó al mayor de encima en cuanto pudo, más pendiente de volver al bosque que de su compañero de distrito. Pero Echo parecía decidido a manchar la nieve. No le quedó otra que pelear con él al descubierto. Algo que acabaron pagando caro, con la aparición estelar del muto.Lo último que vio de Echo fue la sorpresa en sus ojos al quedar ensartado por las garras del animal. Tassia comenzó a correr de inmediato, con el cañonazo de fondo, pero aquella bestia era mucho más grande que ella y el manotazo llegó igual. Le rasgó el traje y el corte penetró en la piel de su brazo, a la altura de su hombro por la trayectoria del golpe. Ella salió volando varios metros y, a pesar del dolor y el golpe que la había dejado sin respiración, siguió moviéndose para alejarse del muto, que avanzaba hacia ella. Entonces se le cayó en que su traje era de color blanco y decidió que era el momento de probar la táctica del muto. Corrió hasta que pudo ocultarse entre una especie de rocas que indicaban el inicio de la montaña y, tras darle esquinazo al muto, se ocultó entre la nieve lo mejor que pudo. En silencio, y tan quieta como podía, cerró los ojos mientras el muto olfateaba y se acercaba a ella, no podía hacer nada más que esperar a morir. Estaba herida y no sabía si el muto podría encontrarla con el olfato. Al menos… Estaba cubierta por un manto de nieve, Lia e Hypatia no verían lo asustada que estaba, Kael y Varian tampoco. Vería a sus padres pronto.La cabeza del muto estaba tan cerca que Tassia podría estirar el brazo y acariciarlo.Pasaron unos segundos que a la menor se le hicieron eternos y, tras un rugido. El muto se marchó.

Los Juegos: ACTO II

TRIGGER WARNING: el siguiente texto relata parte de la sexagésimo primera edición de los Juegos del Hambre y, por ende, puede contener descripciones explícitas de muerte de animales y personas, violencia y lesiones. [+18]Tassia no sabía cuánto tiempo llevaba ahí quieta, intentando no congelarse sin hacer ruido. No quería volver a obligar a salir al muto. No sabía dónde estaba y, después de lo de Echo, no quería arriesgarse a salir de ahí. Le dolía el hombro, no tenía ni idea de si tenía algo roto o simplemente estaba magullada por el manotazo de la criatura. Bien entrada la noche, cuando parecía que había menos actividad por parte de la bestia, se animó a intentar salir de ahí. Con el cuerpo entumecido, por el frío, no se movía con tanta rapidez y agilidad como a ella le gustaría pero resolvió que era mejor ir lenta y vigilar sus pasos a hacer algo que pudiera llamar la atención de la bestia. Poco a poco, fue dirigiéndose hacia el límite del bosque, hasta que unas risas la detuvieron. Los profesionales, Echo no había mentido al decir que estaban cerca. Y tan cerca. Cruzar al lado contrario era demasiado arriesgado, demasiada distancia en terreno abierto. La única opción que se le ocurría era volver hacia la montaña. Cambió de dirección hacia la montaña, pensando en ascender la misma mientras intentaba mantener la calma en la medida de lo posible. No creía que los profesionales y sus aliados fueran a ascender, no tenía sentido, y no había visto a la bestia subir más allá del primer nivel; ¿por qué iba a hacerlo? A más altitud más escaseaba el alimento.—¡Ahí está! —escuchó la voz de Maverick, el chico del 8; dos años mayor que ella.—¡Ahí está nuestra estrella! ¡Ven aquí, Doce! —Garnet, distrito 1, tres años mayor que ella, con un ego tres veces más grande que el martillo largo que llevaba y, como el resto, lo suficientemente estúpido como para gritar, igual que el resto.Tassia no perdió tiempo en salir corriendo y comenzar a ascender la montaña lo antes posible. No iban a arrastrarla a otra estupidez.—¡¿A dónde vas, Microbio?! —gritaba Magna tras ella.—¡Solo queremos hacerte un par de preguntas! —mintió la compañera de Garnet, Jade, dos años mayor que ella y, como mínimo, el doble de grande que ella.No dejó de correr, acelerando incluso al escuchar el rugido de la bestia a su espalda. Les había encontrado.—¡¿QUÉ ES ESO?! —gritaba Gala, del 11, mientras retrocedía.—¡…PAX!Tassia no tuvo que mirar, para saber qué había sucedido. Con el cañonazo y el grito de Magna fue suficiente para saber que, aquel año, el vencedor no sería un chico del 2.—¡AL BOSQUE! —escuchó gritar a Jade mientras ascendía por la montaña, aprovechando la distracción de la bestia con el grupo, que había decidido perseguirles.Tassia solo dejó de ascender cuando los pulmones comenzaron a arderle más que el hombro. Esperaba haber ascendido lo suficiente. Tras andar durante unos minutos, encontró una cueva relativamente pequeña en la que protegerse del viento, tras comprobar que estaba vacía, se dejó caer en el suelo, apoyando la espalda en la pared, estaba agotada y había empezado a temblar. Al poco, comenzaron los escalofríos. Tenía fiebre. Agazapada, escuchó el himno y vio la imagen de Pax proyectada en el cielo. El siguiente sería el sexto día que estaban ahí metidos y solo quedaban 10 de los veinticuatro. Si seguían a ese ritmo, no serían unos juegos muy largos.Se quedó dormida antes de darse cuenta, encaramada a la pared y tiritando. La probabilidad de que ella fuera el siguiente cañonazo era bastante alta, porque no había encontrado medicina al rebuscar en la mochila, solo una bolsita de magnesio y un kit de herramientas imantado.No obstante, sus patrocinadores parecían querer proteger su inversión y Kael no había perdido el tiempo en aprovecharlo. El débil pitido del paracaídas en el exterior de la cueva la despertó. En lugar de coger el paquete y abandonar el paracaídas, se lo quedó y volvió al interior de la cueva. Quizás le servían los materiales en un futuro. Al sentarse, abrió el paquete: enrollado en una manta térmica, había un blíster de pastillas que supuso que eran medicina. La nota de su mentor rezaba “Ya hablaremos de ese tigre. Sigue respirando. –K”. Aquello le sacó una sonrisa.Después de tomarse una pastilla y meterse debajo de la manta térmica, aquella noche Tassia pudo dormir mejor y descansar. De modo que, a la mañana siguiente, después de desayunar y tomarse la medicina, buscó una cámara. Al encontrarla, camuflada entre la pared de la cueva, Tassia se acercó y la miró directamente, esbozando una sonrisa.—¡Gracias! —exclamó lanzando un beso hacia la cámara. Acababa de comprobar hacía unas horas que los patrocinadores podían salvarte la vida -o, como mínimo, sacarte de un apuro-, así que no estaba de más mimarlos un poco.Fue poco después cuando reparó en el sonido. Un zumbido débil que no provenía de la cámara. De modo que, cogió la pequeña linterna incorporada en la mochila y siguió investigando y bordeando la pared de la cueva, penetrando más en la misma. Poniendo especial cuidado en su avance, acabó recorriendo un túnel natural cuyo límite engañaba: aunque podía ver que continuaba y un halo de luz anunciaba el final, el paso quedaba cortado por un campo electromagnético que, si no llegaba a ir atenta escuchando y buscando algo similar, habría acabado haciéndola bastante daño. Supuso que había llegado al límite de la Arena; dentro de la montaña.¿Sería esa su vía de escape? Si conseguía anular el campo de alguna manera… Podría intentarlo. No creía que fuera a tener otra oportunidad así. Se arrodilló en el suelo y sacó todo lo que tenía a su disposición: a parte de las armas, contaba con la manta térmica, el paracaídas (con cables y una batería muy jugosa), magnesio, cuerda…Si intentaba crear una explosión controlada, concentrando el calor de la ignición del magnesio… Quizás podía lograr algo. O podía morir sepultada en la montaña. Decidió que merecía la pena intentarlo.No perdió el tiempo, poniéndose manos a la obra para comenzar a desarmar el paracaídas. Con la carcasa, y un trocito de la manta, creó una base lo más estable posible para colocar el magnesio y dirigirlo hacia una pequeña grieta en la pared de la cueva, en la zona de unión con el campo. Después, empezó a pelar las puntas de los cables del paracaídas para colocarlos después cerca del magnesio, con cuidado de que no se tocaran entre sí. Procuró también que uno de los cables quedara atado a una de las finas cuerdas del paracaídas que había ido atando entre sí para hacerla lo más larga posible, para poder activarlo desde lo más lejos posible. Se tomó más tiempo para conectar los cables a la batería del dron paracaídas, no quería cometer ningún error; una cosa era morir habiendo intentado salir de allí, o que algo la matase y otra muy distinta por idiota.Hacia el medio día, recibió otro paracaídas con una sopa y paró para comer y tomarse la medicina antes de seguir trabajando. No había escuchado ningún cañonazo, así que suponía que los profesionales se habían marchado o estaban esperándola en el bosque, pensando que no podía ocultarse en la montaña para siempre. No habría ido a cazar a nadie más porque ya habría oído algún cañonazo. Pues podían esperar sentados.Habiendo dejado el circuito abierto, extendió la cuerda por la grieta; debería poder generar la chispa por contacto para prender el magnesio. Entonces llegó la peor parte: acumular calor. Parecía estar lo suficientemente loca como para, como para empezar una pequeña hoguera relativamente cerca del circuito y cubrir todo con la manta térmica para que el calor se acumulase poco a poco. Se alejó, y recogió todas sus cosas para meterlas en la mochila, metiéndose el blíster de pastillas en la bota; era lo único que no quería permitirse perder. Y, tras unos minutos de espera, acumulando calor, trató de alejarse lo máximo posible y cogió la cuerda despacio. Respiró profundamente. Aquello podía salir muy bien o tremendamente mal. Fuera lo que fuese... A menos lo había intentado. Cerró los ojos, con la mano libre agarrando su colgante. Inspiró y tiró de la cuerda.La vibración en el aire y el fulgor blanquecino que sintió incluso con los ojos cerrados a los pocos segundos, le indicaron que había funcionado la ignición. Quizás demasiado bien, el estallido hizo retumbar las paredes de la cueva. ¿O había sido el campo? Tassia no perdió el tiempo al sentir que la montaña entera comenzaba a temblar, se aproximó al campo y escuchó: ni rastro del zumbido. Cogió una de las piedras y la tiró contra el lugar donde debería estar el campo: pasó sin problemas. ¡Lo tenía! Había roto el perímetro, podía salir. No sabía cuánto iba a tardar en restablecerse el sistema, así que comenzó a correr por el túnel hacia la luz del exterior mientras la montaña rugía y la cueva colapsaba.Al salir, Tassia comprobó que el paisaje era similar al del perímetro del bosque y estuvo corriendo todo lo que sus pulmones le permitieron, buscando ocultarse de los aerodeslizadores que, suponía, no tardarían en aparecer. Oculta entre la maleza, Tassia utilizó el cuchillo para quitarse el rastreador del antebrazo y siguió moviéndose. No sabía cuál era el plan, no tenía ninguno. Pero le daba igual, había conseguido salir de la Arena, era libre. Siguió caminando.Horas más tarde, la luz natural del día había ido disminuyendo poco a poco: el aerodeslizador que sobrevolaba el área acababa de encender unos enormes focos que apuntaban hacia abajo y los camiones los faros. Tassia había logrado ocultarse y seguir avanzando con relativa facilidad hasta que varias unidades de Agentes de la Paz se desplegaron para peinar el perímetro. Más linternas en la oscuridad, más probabilidades de encontrarla. El derroche de recursos para encontrar a una sola chica de quince años en el bosque le pareció espectacular, ni que fuera una criminal peligrosa que acababa de escapar de prisión. Aunque… Bien pensado, probablemente lo era.Tassia llegó a poder ocultarse entre los árboles y la maleza durante bastante tiempo, usando la oscuridad de la noche a su favor. De hecho, parecía que tenía la situación controlada. Hasta que la unidad más cercana a ella comenzó a lanzar bengalas, iluminando el bosque con luz de un rojo intenso y limitando cada vez más su táctica de ocultarse en la oscuridad. Con el corazón desbocado, aprovechaba las ventanas de tiempo en el que la bengalas caían para moverse en dirección contraria a los Agentes de la Paz, ocultándose en los troncos de los árboles cuando escuchaba que prendían las bengalas. Por desgracia, no le dio tiempo a llegar al último tronco y no tuvo más remedio que empezar a correr intentando darle esquinazo a los guardias. La persecución acabó con un disparo y Tassia retorciéndose en el suelo por las descargas. ¿Habían ido con munición no letal? Perdió el conocimiento cuando los Agentes de la Paz comenzaron a arrastrarla, cuando el alba comenzaba a despuntar.{. . .}La despertaron unas risas en la lejanía. No parecían ser humanas. De hecho… Tampoco parecían unas risas; más bien, una mezcla entre eso y algo más similar a aullidos. Tassia abrió los ojos, volvía a ser de noche. ¿Había estado todo el día dormida? No recordaba nada desde que la habían encontrado. Y estaba… ¿Dónde estaba? Miró a su alrededor, arena, ni rastro de vegetación y... Más arena. Estaba en el desierto. La habían dejado en el desierto; volvía a estar dentro de la Arena. Sus ojos se encharcaron y fue incapaz de contener la rabia, profiriendo un grito que fue ahogado por el himno nacional. ¿Por qué demonios la habían vuelto a meter? Era más fácil haberla pegado un tiro y haber fingido su muerte en la Arena. Ella lo habría preferido. En el cielo, apareció la imagen de Ember, la chica del 7. Habiéndose despertado la noche del séptimo día, no tenía ni idea de lo que se había perdido. ¿Habría muerto alguien el sexto? ¿Cuántos quedaban? Se quedó ahí sentada un poco más, descargando la frustración. Cuando se recuperó, decidió que lo mejor que podía hacer era entretenerse con algo y cayó en comprobar sus pertenencias; tenía los sais, pero la mochila parecía más ligera... ¿Ha habían vaciado? La abrió para comprobar que así era: no había ni rastro de la poca comida que le quedaba, la cantimplora de agua estaba vacía, el kit de herramientas había desaparecido… Comprobó el escondite en su bota izquierda en el que había metido la medicina. Estaba mucho mejor, pero quería seguir tomándosela por si acaso; ahora que no le quedaba otra que participar en los Juegos. Iba a morir allí, sabía que se iban a asegurar de ello. Pero morir de enfermedad le parecía un insulto a Kael. Dejó escapar el aire que había contenido al ver que el blíster de pastillas seguía ahí.Las risas volvieron a llamar su atención. Mucho más cerca de ella. Peligrosamente más cerca. Tassia se levantó, colgándose la mochila y agarrando los sais. Cada músculo en tensión. Entonces, a pocos metros a su derecha, aparecieron tres pares de ojos brillantes, clavados en ella. Se quedó quieta. No quería huir y parecer lo que era: una presa. A pesar de que todo su cuerpo le pedí salir corriendo de allí, permaneció quieta, sin perder de vista aquellos ojos.A las risas se le sumaron un par de aullidos y gruñidos mientras esos ojos se movían y en círculos a su alrededor. Sabía que era contraproducente encender la linterna, pero necesitaba ver mejor a qué se enfrentaba y tenía muy claro que podían verla de todas formas, sobre todo con el traje blanco. Fue entonces cuando pudo observar a los mutos. Había visto animales similares en los libros de la escuela: Hienas. Si no recuerda mal, son cercanos a los felinos pero a ella se le antojan más similares a los cánidos y no dejaban ni los huesos. Al parecer, cazaban en conjunto y a Tassia no le apetecía ser su cena. No quería cometer errores, así que esperó a que fueran ellas las que dieran el primer paso, preparada para el combate.Y así fue. Logró desviar el ataque de la primera hiena y herir a la segunda, a expensas del zarpazo en la pierna de la tercera. A Tassia le dolía el hombro y el zarpazo no le había hecho ningún favor. Pero se movía con agilidad, esquivando los ataques y usando los sais para acabar con la primera hiena. Por un momento, pensó que aquello serviría para que las demás se retiraran, pero se vio utilizando el cadáver de la hiena para bloquear el siguiente ataque segundos después. El terreno del combate no le venía nada bien, estaban en una duna enorme y se le dificultaba procurar no darle la espalda a ninguna y mantener la ventaja de la altura. Al final tuvo que ceder la última por acabar con la segunda hiena. Algo que le costó un mordisco en el brazo, a la altura del bíceps, para bloquear un ataque de la última hiena, que había aprovechado el desnivel de la duna para atacarla con un salto. Profirió un alarido y lanzó a la hiena hacia abajo, con todas sus fuerzas. Aprovechó la oportunidad para empezar a correr hacia arriba; si por lo menos llegaba a la cima de la duna, no habría más ataques desde arriba. Cuando dejó de caer, la hiena comenzó a correr duna arriba, persiguiéndola.Al llegar a la cima, Tassia esperó. No serviría de nada seguir corriendo cuando tenía claro que iba a seguir persiguiéndola, así que esperó a que llegara. El animal volvió a saltar pero Tassia le vio venir y logró bloquear los dientes con los sais. Sin embargo, perdió el equilibrio y cayó con el muto, rodando y deslizándose hacia el lado opuesto de la duna tras retroceder varios pasos intentado guardar el equilibrio.Ambos cayeron rodando, juntos, en una maraña de pelo, dientes, metal, gruñidos y alaridos.Sin embargo, al aterrizar, solo uno se levantó. Tassia había aprovechado la caída para clavar uno de los sais en el estómago de la hiena.

Los Juegos: ACTO III

T.W.: el siguiente texto relata el final de la sexagésimo primera edición de los Juegos del Hambre. Contiene descripciones explícitas de ansiedad, muerte, lesiones, peligro en entorno marino, violencia y descripción detallada de suicidio. +18.Tassia vio en directo el amanecer del octavo día. Tras acabar con la hiena, no había perdido el tiempo para salir de allí. No sabía qué peligros la esperaban en aquel desierto, pero sí que no era buena idea quedarse en el mismo territorio en el que la habían atacado unos depredadores. Con esto, estuvo caminando durante toda la noche, hacia la montaña helada. No iba a volver a ese bioma, y menos sin la manta térmica que había perdido en el proceso de su pequeño intento de fuga fallido. Pero suponía que, de ese modo, se aproximaría más al centro de la Arena. Quizás no tenía ni que cruzar la Cornucopia, que seguramente estaría ocupada por los pocos profesionales que quedaban; le bastaría con ir rodeando sigilosamente el claro para volver a llegar al bosque. Era la mejor opción.Hacia el mediodía, el calor era insoportable. El sol, tan brillante que Tassia dudaba que no fuera artificial, abrasaba. Teniendo los ojos verdes, se le dificultaba mantenerlos abiertos, se había abierto el traje, dejando colgar de la cintura la parte de arriba y colocándose la mochila sobre la cabeza para bloquear el sol en la medida de lo posible. Horas después, con el calor de la tarde unido a la deshidratación y la falta de alimento, caminaba a duras penas, arrastrando los pies. Habría intentado conseguir alimento, cazar algo. Pero no había animales, no había agua ni vegetación. Tampoco ningún lugar que pudiera proporcionarle una sombra. Solo había sol, calor y arena. Constantemente. Tampoco recibió ningún paracaídas. Suponía que ya lo les dejarían enviarle nada más, después de la que había liado. O a lo mejor la gente había decidido dejar de apoyarla al ver lo que había hecho. Entonces cayó en la cuenta: no lo habían visto. Nadie lo había visto. Habrían emitido cualquier otra cosa. De modo que la teoría de que a Kael y a Varian no les permitían mandarle nada más, cobraba sentido. Habría agradecido algo para las heridas o una simple botella de agua. Pero, de todas formas, agradecía los regalos que ya le habían enviado.El cañonazo sonó cuando ella calculaba que podrían ser las ocho de la tarde, aunque estaba más desorientada de lo que se permitía admitir. Paró a descansar poco después de escuchar el himno y ver proyectado el rostro del chico del 3, Dell, en el cielo. Solo era un año mayor que ella. Se permitió intentar descansar y dormir lo mejor posible durante un par de horas antes de seguir moviéndose, era mejor caminar de noche, sin el sol, y no le debía de quedar mucho para llegar al oasis que había visto el primer día; el que bordeaba el claro de la Cornucopia. O eso esperaba.No hubo ningún incidente a destacar hasta que, en torno al mediodía del noveno, escuchó un grito. Parecía un niño.Tassia corrió al escuchar la risa de Garnet. En la falda de la duna que ella acababa de subir, el tributo del distrito uno volvía a alzar su martillo mientras el niño del 12 lo esquivaba como podía, aterrorizado. No perdió el tiempo en salir corriendo hacia ellos. No sabía cómo, pero aquel niño pálido y delgaducho había conseguido sobrevivir nueve días en la Arena. No iba a dejar que Garnet acabara tan fácilmente con él.—Métete con alguien de tu tamaño, capullo. —le dijo antes de saltarle encima mientras aprovechaba la ventaja de la altura, ignorando el dolor de las heridas y los músculos contraídos.Enrolló, sus piernas alrededor del cuello de Garnet y utilizó la inercia de la caída para hacerle caer y que saliera disparado un par de metros. Alejándolo así del niño.—Corre. —le dijo al menor mientras se incorporaba y sacaba sus sais. No le hizo caso, simplemente se apartó un poco.—Esa rata nos ha estado robando comida con el 3. —comentó Garnet mientras se levantaba.— Pero si insistes en meterte… Creo que le regalaré tu cabeza a Jade.—Qué romántico.Ninguno de los dos pareció querer perder más el tiempo, enzarzándose en un combate digno de una Arena de Gladiadores. Tassia ni siquiera sabía de dónde estaba sacando las fuerzas, suponía que era un subidón de adrenalina. Sus movimientos eran más defensivos que ofensivos; cortes rápidos y precisos. Garnet era mucho más grande, más fuerte, más mayor y no le había faltado alimento, agua y descanso. Pero Tassia era más inteligente y más rápida. Sabía cómo utilizar el terreno y la velocidad a su favor; incluso, en ocasiones, la diferencia de estatura. Sabía dónde hacer los cortes para debilitar y mutilar sin acabar con la vida de Garnet. No quería matarle, con suerte, huiría con Jade y acabarían matándose entre ellos. O lo mataría la Arena.Cometió el ligero error de mirar al niño para saber si estaba bien y lo pagó caro. Garnet acabó cogiéndola por el cuello, asfixiándola.—¡Zorra! —exclamó Garnet, en un alarido de dolor cuando le dio un rodillazo en la entrepierna.Por desgracia, no sirvió para que la soltara. Lo que no se esperó fue que el niño cogiera un cuchillo y se lo clavara a Garnet en la pierna, quien acabó lanzando lejos a Tassia para ir a por el menor, volviendo a levantar el martillo justo cuando el pequeño tropezaba. Ella se levantó rápidamente, empuñando sus sais y corrió. Se acabó, aquel niño iba a morir porque ella no quería matar a alguien que parecía disfrutar haciéndolo. No iba a permitirlo. Antes de que bajara el martillo, Tassia le había clavado su arma en el corazón. El cañonazo sonó antes de que el cuerpo de Garnet tocara el suelo. Entonces sintió algo inesperado. El niño no había perdido el tiempo para darle un abrazo. Tassia se quedó paralizada unos segundos, sin saber cómo reaccionar, antes de devolverle el abrazo, frotando ligeramente su espalda; solo era un niño asustado; con tan solo doce años, era el más pequeño de todos.—Hey… Tranquilo. Ya se ha acabado. —comentó con una voz aterciopelada.— Lo has hecho muy bien, Arlo. Gracias por la ayuda.Arlo seguía abrazado a ella y Tassia no tenía corazón para dejarle solo. Así que… Decidió que se quedaría con el menor, por lo menos hasta que solo quedaran ellos dos.—Oye… Voy a salir de aquí, ¿te quieres venir conmigo? —Cuando el niño asintió, Tassia le revolvió el pelo con una sonrisa y alzó el mentón para señalar la mochila de Garnet—. Él ya no la va a necesitar y a nosotros nos vendría muy bien, ¿no crees?Arlo asintió y se separó de ella para coger la mochila de Garnet y colgársela a los hombros. Entonces Tassia comenzó a caminar hacia el oasis. Estaba lejos, pero ya podía verlo. Tras beber cada uno un trago de la cantimplora de Garnet, se pusieron en marcha. Aproximadamente una hora después, Tassia decició hablar, sospechando que Arlo seguía pensando en Garnet y cualquier cosa que le hubiera sucedió. Balanceó un poco su mano, aprovechando que iban agarrados porque el menor había decidido darle la mano mientras caminaban.—Hey… Yo he estado un poco fuera de juego. ¿Sabes cuántos profesionales quedan?—Solo la chica del uno. —le respondió.— Según lo que Dell y yo escuchamos… El resto se murió en una avalancha en la montaña, la chica del once y el chico del ocho también.Suponía que eso se lo había anotado a ella. Aquellos cuatro habrían muerto en la avalancha que ella había provocado sin querer al intentar escapar de la Arena. Tragó saliva. Iba a preguntar quién más quedaba. Pero Arlo se le adelantó.Solo quedamos Jade, tú y yo.Aquello sorprendió a Tassia. No tenía ni idea de cómo habían conseguido sobrevivir tanto tiempo. Sobre todo el crío del 12. Pero ahí estaba.—¿Te mandan muchos paracaídas?—Alguno me han mandado. Pero que no me van a poder mandar más. ¿Y a ti?—Haymitch me mandaba comida de vez en cuando. Pero se debió de quedar sin dinero después de la crema. ¿Quieres un poco? Esas heridas tienen que doler.Tassia observó el recipiente que sacaba Arlo de uno de sus bolsillos, abriéndolo para coger un poco de crema con los dedos. Asintió, dándole permiso para tratar sus heridas: el mordisco del brazo, el zarpazo del hombro, los arañazos de las hienas... El alivio fue casi instantáneo.—Gracias… —comentó con sinceridad.Aquella noche, pararon a descansar en un claro y cenaron la comida que le habían quitado a Garnet: un cuarto de hogaza de pan y media manzana para cada uno. Arlo se quedó dormido poco después de que proyectaran la imagen del tributo del 1 en el cielo.Al día siguiente, tras desayunar otra media manzana y una barrita energética cada uno, se pusieron en marcha. No les quedaba mucha agua, así solo dieron un sorbo pequeño.—¿Qué es ese colgante que tienes? —escuchó que le preguntaba Arlo; ya llevaban varias horas caminando, el oasis estaba tan cerca que Tassia podía oler la vegetación.—Oh… La Constelación del Águila, me lo regaló la mujer que me crió, Hypatia.—¿Tu madre?—No… Mi madre se llamaba Eurus. Desapareció después de que ejecutaran a mi padre.—Lo siento mucho… ¿Qué hizo?—No lo sé, yo tenía seis años. No me acuerdo bien… El caso es que… Hypatia me acogió y un año me regalo esto por mi cumpleaños. Sabía que me gustaba mirar las estrellas con mis padres y que mi padre se llamaba Altair… Así que la Constelación del Águila le pareció adecuada.—¿Por qué..?—Es el significado del nombre de mi padre: águila o el pájaro que vuela.—Oh… Es bonito.—Gracias, yo también lo creo. ¿Tú tienes familia?—¡Sí! Somos cuatro hermanos, yo soy el mayor. Mi padre era minero y mi madre destila, como la abuela. Aunque hace más cosas desde que papá no está. Sobre todo por la noche. No sé el qué. Vivimos en la Veta.—Lo siento… —a Tassia se le encogió el corazón, habiendo entendido algo que el niño no quería saber.—No pasa nada. Tenemos primos que nos ayudan.Tassia iba a seguir preguntándole por su familia, porque parecía que le animaba. Pero el viento a su espalda la hizo parar en seco. Era cálido pero las ráfagas habían ido creciendo en intensidad. Se giró y se le cayó el alma a los pies: una tormenta de Arena se aproximaba a ellos a una velocidad que a Tassia no le gustaba nada en absoluto. El Oasis estaba cerca, pero tendrían que correr a toda velocidad si quería encontrar refugio antes de que la tormenta los alcanzase.—¡Corre, Arlo! ¡Lo más rápido que puedas! —exclamó mientras empezaba a correr.Comenzó entonces la carrera, cubriéndose con el brazo la nariz y la boca por si la tormenta llegaba antes que ellos. Cosa que ocurrió, cuando por fin alcanzaban el perímetro del oasis. Una vez entre los árboles, Tassia dejó de cubrirse pero no dejó de correr hasta comprobar que la tormenta no seguía avanzando. Por desgracia, al mirar hacia atrás, no miró dónde pisaba, demasiado despistada por la vegetación cada vez más abundante; algo no iba bien, no debería haber tanta. A menos que… Tropezó y cayó por un desnivel del suelo durante bastante tiempo, Arlo poco después que ella. Más vegetación. Se había equivocado totalmente; no estaban en un oasis, se habían metido de lleno en la selva. Tragó saliva.Al recuperarse del golpe, Tassia observó que habían caído en un terreno de hierba tan alta que le llegaba a la altura de la barbilla. Aquello no podía ser nada bueno. Se agachó y procuró que Arlo hiciera lo mismo al escuchar el sonido de un ave entre los distintos sonidos de los insectos; sonaba grande. Con gestos, le indicó a Arlo que se mantuviera agachado y la siguiera en silencio. Por lo poco que había visto al asomar la cabeza rápidamente una segunda vez, no les quedaba más remedio que cruzas la hierba alta hacia el lado opuesto y esperar que no hubiera nada esperándoles, escalar el desnivel de nuevo iba a dejarles expuestos demasiado tiempo y no le gustaba. Así pues, tratando de orientarse como podían, empezaron a gatear para salir de allí. Era un campo amplio, así que tardarían un par de minutos.Al poco tiempo de iniciar el movimiento, volvieron a escuchar al ave, más cerca. A otra un poco más alejada y un graznido de una tercera en otra parte del campo. Por el sonido de la hierba a su alrededor, Tassia intuía que habían salido de la vegetación y se estaban moviendo por la hierba. Intentando no hacer ruido y no mover mucho las briznas al desplazarse, siguió intentando avanzar. Los minutos se le antojaron horas y la humedad ya había comenzado a hacer efecto en ambos, había empezado a sudar mucho más. Eso no podía ser una ventaja.Cuando parecía que iban a conseguirlo, la última manzana que les quedaba cayó de la mochila de Arlo y acabó rodando hasta la pata de un ave con el que no habían contado; no la habían escuchado. Tassia reaccionó al mismo tiempo que vio cómo el ave agachaba su cabeza, metiéndola en la hierba y mirando directamente al niño. Era hora de pasar al plan b y mandar el sigilo a la mierda, cogió a Arlo y tiró de él mientras se levantaba y comenzaba a correr a toda prisa. El ave no tardó en seguirles, alertando a sus compañeras. Era enorme, con unas alas ridículamente pequeñas pero con un pico abovedado grande y afilado, las patas contaban con unas garras curvas de las que era mejor mantenerse alejado y, a pesar de su envergadura, apenas retumbaba el suelo cuando corrían así que debía de ser muy ligera, eso le proporcionaba agilidad y velocidad; nada bueno cuando tenían a cuatro persiguiéndoles.Tassia corría con Arlo a toda velocidad, tirando del niño mientras pensaba en algo. Frente a ellos, el suelo acababa en otro desnivel y un saliente al que podían saltar. O podía girar a la derecha e intentar seguir siendo más rápidos que las aves. Si no lograban el salto… Bueno, eso era otro problema. Prefería cruzar el puente cuando llegaran. Tassia aprovechó la distancia que les quedaba para acelerar.—¡Vamos a tener que saltar!—¡No vamos a conseguirlo!—¡Por ahí tampoco!Tassia saltó en el último momento, deseando tener las piernas más largas. En el momento de suspensión en el aire pareció haberse parado el tiempo y el golpe al aterrizar la había dejado sin respiración. Pero no había tiempo de recuperarla, lo único que separaba a Arlo de una caída potencialmente mortal era su brazo. Tiró, comprobando que las aves decidían no saltar y parecían desaparecer entre los árboles. Casi celebró la pequeña victoria cuando el menor ya estuvo arriba, pero vio que las aves volvían con más velocidad. Habían ido a coger impulso. Tassia se levantó corriendo y ayudó a Arlo a hacer lo mismo, aprovechando los escasos segundos de ventaja para adentrarse entre la vegetación. No podían seguir corriendo más tiempo, así que le indicó a Arlo un árbol y comenzaron a trepar en el mismo momento en el que las aves llegaban. A ella no le mordieron el pie de milagro. Escalaron hasta quedar fuera del alcance de los mordiscos, encaramados a una rama ancha que podía soportar a ambos perfectamente. Y allí permanecieron, siendo testigos de cómo las aves se cansaban y parecían desaparecer. Algo que comprobaron ser falso, ya que, en el descenso, habían tenido la mala suerte de que una de las ramas se partiera; al segundo, el grupo salía de su escondite para volver a intentar atacarles. Acordaron que lo mejor era moverse por los árboles, aprovechando la abundancia y las lianas. De modo que esperaron a que las aves volvieran a ocultarse para comenzar a moverse, cruzando la selva de árbol en árbol procurando no hacerlo a la vista de las aves para que o pudieran seguirles.Estuvieron todo el día así, Arlo, que había trepado hasta la cima de uno de los árboles, les dirigía hacia la playa. Habían pensado que las aves eran depredadores que cazaban ocultándose, en la playa no había mucho lugar en el que ocultarse así que no pensaban que fueran a ir hacia allí. Esa noche, recibieron dos paracaídas: comida y una espita con la que rellenaron las dos cantimploras que tenían -la de Garnet y la suya- y durmieron en otra rama ancha por turnos, vigilando que el contrario no se caía de la rama o que no había más peligros.

Día once y aún quedaban ellos tres. Arlo, Jade y ella. Ninguno de los dos parecía querer mencionarlo. Así que siguieron con la táctica de moverse hacia la costa entre los árboles, a pesar de que hacía bastante que no veían ni escuchaban rastro de las aves. Entrada la tarde, bajaron con cuidado del último de los árboles y caminaron hacia la orilla de la playa. No parecía haber ningún peligro. Así que establecieron un pequeño campamento cerca del agua y se quedaron sentados en la arena, descansando mientras observaban el anochecer.—Vale… Esas son las gallinas más grandes que he visto nunca. —bromeó al ver que Arlo no paraba de mirar hacia la selva.El niño no fue capaz de contener la carcajada y Tassia esbozó una pequeña sonrisa triunfal.—Yo nunca he visto correr a una gallina tan rápido.—Ni yo gallinas tan feas, ya somos dos. Seguro que por eso están cabreadas.—Oye… Trepas muy bien. —comentó satisfecha al escuchar una nueva carcajada.—Gracias… En casa, me gusta hacerlo con mis primos. Les echo de menos.—Les vas a ver pronto, ya lo verás.—No voy a ganar. Pero no pasa nada, quiero que ganes tú.—Claro que vas a ganar. Yo me voy a asegurar de eso.—¿Tú no quieres volver a casa?—Sí, pero no me queda mucha casa a la que volver. Prefiero que lo hagas tú. —contestó revolviéndole el pelo al menor. A ella no la necesitaba nadie, no tenía a nadie más que a Hypatia y a Lia. Arlo tenía mucho más, era lo correcto.—¿Qué es eso? —preguntó el niño señalando el agua.Tassia se acercó un poco más, en el mar, había una masa de criaturas bioluminiscentes. Al principio, no pudo ver bien lo que eran. Hasta que estuvieron lo suficientemente cerca como para distinguirlas. Recordaba haberlas visto en la sección de fauna del entrenamiento: Chironex fleckeri, avispas de mar. Aunque no recordaba que fueran bioluminiscentes, se lo habrían añadido para hacerlas más vistosas.—No te acerques al agua. Son medusas, si te pican estás muerto. Yo pescaré la cena.Durante la cena, acordaron en ponerle una trampa a Jade. Una de las notas de los paracaídas les había avisado de que iba detrás de ellos. El plan era relativamente sencillo, dejar que llegara y, si las aves no la mataban, empujarla hacia una piscina artificial que habían comenzado a cavar cerca del agua para que se llenara con la marea. En lugar algo alejado y lo más oculto posible de su pequeño campamento.Tassia tomó la primera guardia así que, a diferencia de Arlo, estaba despierta cuando escuchó los graznidos, el grito de Jade y, poco después, sonó el cañonazo.—Tranquilo… Ha sido una pesadilla. —mintió al menor cuando se despertó sobresaltado. Poco después de que proyectaran la imagen de la tributo del 1 en el cielo.Tassia tuvo que fingir que dormía durante toda la guardia de Arlo, llegando al amanecer del duodécimo día con un nuevo plan. Fingiría que no había sucedido nada hasta despistar al niño, dejándole en un lugar seguro para que no viera como acababa con su vida. Así, “despertó” con las primeras luces y desayunó tranquilamente con Arlo.—Voy a comprobar la trampa de las medusas, quédate aquí. No vayas a la selva, Jade puede estar ahí y no sabemos si siguen cerca las gallinas.Tras esto, se levantó y comenzó a caminar hacia la piscina improvisada, encontrándose con que había logrado capturar dos medusas. Por un momento, se le pasó por la cabeza meter la mano. Pero el veneno era rápido y eficaz; no inmediato. Corría el riesgo de que Arlo lo viera. Así que volvió con él, pensando en una excusa para ir a la selva sola. Por el camino, empezó a escuchar el leve pitido de un paracaídas, proveniente de la selva. Perfecto.—¡Arlo! Voy a por… ¡¿Arlo?! —no había ni rastro del menor.Tassia volvió a abrir la boca para gritar su nombre. Entonces escuchó el cañonazo. No, no, no…. Echó a correr, adentrándose en la selva. A pocos metros del perímetro natural de los árboles y las palmeras, encontró la escena. El cuerpo sin vida de Arlo yacía en el suelo, en un charco de su propia sangre y con una herida abierta en el cuello; el ave ya se estaba dando la vuelta. No había ningún paracaídas. Lo comprendió tarde: los Vigilantes habían introducido el pitido para atraerles hacia el muto.Llena de rabia, Tassia le tiró una piedra al muto que se giró para gritarla. Ella chilló más fuerte, el grito le desgarró la garganta, más similar a un rugido primitivo, profundo y oscuro. El ave no la atacó por mucho que ella lo incitaba, ¿por qué iba a hacerlo? Ya tenían su vencedor.No si ella aún tenía algo que decir al respecto. Dejó de centrar sus energías en el muto para salir corriendo hacia la playa.“SEÑORAS Y SEÑORES…” Se aproximaba a la piscina de las medusas.“LES PRESENTO A LA VENCEDORA DE LOS SEXAGESIMO PRIMEROS JUEGOS DEL HAMBRE.” Unas narices. No había podido salvar a Arlo, pero podía negarles lo único que querían.“ESPERA. NO. ¡QUIETA!” Ese era precisamente el plan: quedarse quieta; para siempre. Tassia se quitó el mono y se metió en la piscina. Iba a acompañar a Arlo. A ese niño tan dulce que merecía todo lo que el Capitolio le había quitado en cuestión de segundos.El alarido de dolor que soltó confirmó el primer latigazo, la primera picadura. Lia, Hypatia… Por favor, que no miraran. Pronto comenzaron a sumarse más latigazos y, con ellos, comenzó la dificultad para respirar y el dolor agudo en el pecho. Varian, Kael… Lo sentía. Lo sentía en el alma. Gracias por haberlo intentado.No sabía si la vista borrosa era por el dolor, las lágrimas o el veneno. Le daba igual. Pronto acabaría. Pronto acabaría todo.Era poco probable. Pero juraría haber visto un águila sobrevolar el cielo, como si hubiera ido a recogerla. ¿Papá…? Sintió que flotaba. Se alzaba hacia el cielo, para reunirse con su padre. A pesar del dolor y la debilidad… Tassia esbozó una sonrisa antes de perder la consciencia.Su corazón dejó de latir mientras en aerodeslizador la recogía.